Ayer no dormí. Hoy tampoco... hasta recién que pude finalmente hacerlo. Por fin descanso. Espero que mi hermano no venga a despertarme, porque se lo ve ahí dando vueltas en la puerta del cuarto, acosado por su vicio y envidioso de mi descanso. Toda esta situación al compás de lo que estoy soñando. En realidad no tanto. El sueño es aburrido, de esos que se olvidan antes de despertarse. Prefiero ver que está pasando fuera mío, no como soñando, sino como soñandome. Sí, no hay duda, hay que despertarme. Siendo mi hermano yo lo haría, porqué no. Trato de hacerlo. Muevo el cuerpo en la cama, no pasa nada. Lo cacheteo, le hablo fuerte, pero se ve que no lo siente.
—Andrés!!! —no responde, no se mueve. Le grito fuerte. Oigo un ruido de llaves. Alguien llegó a casa y éste que no se despierta.
—Andrés, levantate boludo dale— le digo bajito mientras lo zamarreo. Alguien lo está llamando y su voz se acerca.
—Andrés, Andrés, despertate, por favor te pido —lo sigo moviendo hasta que los pasos llegan casi atrás mío. Me tocan la espalda. Me doy vuelta sin mirar y grito. Abro los ojos. Quien más iba a ser: mi hermano, parado junto a mi cama, pidiéndome un cigarrillo.
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